Archivos Mensuales: septiembre 2009

TRIÁNGULO PASIONAL EN SAN TIBURCIO.- Adriana Cisneros Garza

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La Dama de Negro, que tal fue su seudónimo,  es afortunada. En su viaje por el Universo de las Letras, ni temas ni inspiración necesita: Mujeres maduras, inteligentes y sinceras, la buscan, la encuentran y le cuentan sus historias. Es el caso de Adela, la protagonista real de esta narrativa tan bien lograda por La Dama de Negro. Esta historia sucedió hace años, los personajes son reales, San Tiburcio es la antesala del camino a Real de Catorce… Ahí hicieron escala el mistero y la magia. También nuestra Autora, fue a ver, oler, sentir y palpar al poblado. Este es el último trabajo que publicamos on line del taller de expresión literaria AFLORA LA ESCRITORA QUE LLEVAS DENTRO, de RETOS FEMENINOS. La Dama de Negro es una alumna entusiasta, seria, responsable, respetuosa del Taller y de sus compañeras y quiere ser Escritora. Tiene 32 años y la voy a apoyar en su carrera.

TRIANGULO PASIONAL EN SAN TIBURCIO
Adriana Cisneros Garza

Comencé a ir a ese pueblito cuando era niña… Mis abuelos paternos eran los hacendados de San Tiburcio, en aquellos años en los que por cierto la Revolución estaba a todo furor. Eran días de abundancia y fortuna para mis antepasados: Había una grande y hermosa hacienda, los peones de mi abuelo entrenaban a los caballos y sus esposas hacían quesos para venderlos entre la comunidad o a veces en otras rancherías.

Pero lamentablemente, según cuenta mi padre, los revolucionarios llegaron un día al pueblo arrasando con todo lo que encontraban a su paso.

Por desgracia, llegaron tumbando el portón de la casa grande de la hacienda de mi abuelo Pedro exigiendo comida, armas, licor y un techo donde poder descansar y, tal vez, darse un baño. (Por fortuna no se llevaron a las mujeres… no sé que hubiera sido de mis tías y mi abuela).

Crecí escuchando las historias que mi padre me contaba (él llegó a ver cómo en la noche cuando los revolucionarios ya dormían, mi abuelo escondía sus rifles clavándolos debajo de la mesa de la cocina para que no se los fueran a quitar).

Mis padres me llevaban a ese lugar en vacaciones, pero como era de esperarse yo no le daba el valor adecuado a lo mágico y misterioso encanto de San Tiburcio, pues era una niña y me molestaba no ver televisión o no tener alguien con quien jugar.

Así pasaron algunos años y nosotros (mi padre, mi madre y yo) íbamos cada mes de agosto a San Tiburcio, en el noroeste de Zacatecas, pues es cuando el pueblo festeja en grande a su santo patrono, con una hermosa feria y adornando sus casas con flores hechas con las pencas del maguey o poniendo listones en sus barandales, sin faltar claro los enormes castillos de pólvora puestos afuera del pequeñito templo. También hacen bailes y por toda la feria circula “la tambora”, que la gente contrata. Se acostumbra ir caminando por todo el poblado en grupo, seguidos por los músicos de la Tambora quienes tocan al gusto de quien les paga y, por supuesto, todo esto acompañado de un buen trago de mezcalito de la Sierra, como le dicen allá.

Tengo un recuerdo muy bonito y muy tierno porque cuando iba con mis padres y tenía 12 años, el amigo de mi primo se me declaró y me pidió que fuera su novia, pero le tuve miedo por que él era unos años mayor que yo y allá los hombres eran eso: Hombres hechos y derechos desde muy chicos, así que mi temor me impidió decirle que sí pero… yo ya estaba enamorada de Toño, pues ya antes lo había visto y me gustaba mucho. Era mi primer amor y lo sentía con mucha intensidad.

Después de no sé cuántos años, me dio por ir a las fiestas ¡sola y hecha toda una mujer! Tenía familiares en San Tiburcio y me hospedaba con mi prima. Iba en Semana Santa y también en agosto a las fiestas y a los bailes, pero cuál sería mi sorpresa… Yo que había alimentado durante todo ese tiempo mi amor hacia Antonio y soñaba con verlo y besarlo, con caminar juntos por el pueblo e invitarlo a venir a mi ciudad. Todo se vino abajo. Esperaba encontrármelo y decirle cuánto lo amaba desde aquel día en el que se me había declarado pero… ¡él ya estaba casado y su esposa embarazada!

No puedo olvidar cuando los vi caminando de la mano, ella iba con un vestido verde y él al verme después de tantos años, no pudo contener su sorpresa y tampoco pudo evitar mirarme con deseo (su mirada era la misma de cuando yo era adolescente, pero ahora había adquirido cierta malicia que me resultaba encantadora y bueno, aunque casado pues me parecía más deseable) pero yo estaba herida como gata despreciada. Sólo un detalle me dio la fuerza que necesitaba para continuar y era que Toño había olvidado por completo presentarme a su esposa en ese embarazoso momento.

Fue cuando juré vengarme de él y arrojarme a los brazos del primero que me cortejara en el en San Tiburcio. Me sentía tan humillada y tan tonta ¡yo que lo estaba esperando! Pero él como buen “macho mexicano” y más siendo de un pueblo donde manda el hombre y la mujer lo obedece, pues había hecho lo suyo y se había “robado” a la muchacha y, como se acostumbra, haciéndola suya la noche en la que se iban juntos pues la había embarazado.

Conocí a muchos hombres de San Tiburcio y todos eran muy diferentes a los cuales estaba acostumbrada a tratar. En Monterrey salía con galanes de coches deportivos o cuerpos esculturales hechos en largas horas en el gimnasio y forrados en un traje Hugo Boss y con olor a Minotauro.En cambio allá, los hombres eran unos toros formados por el trabajo rudo del campo y las desmañanadas que se daban para ir a alimentarla majada.

A mi me conocían como La Gringa. Me habían puesto ese apodo porque allá toda la gente es de piel morena y yo soy de piel muy blanca y pensaban que yo era del otro lado. Así que gracias a eso y a mi manera de arreglarme poco usual para ellos (pues era todo, menos una muchacha pueblerina) llamaba mucho la atención de los hombres, me seguían como abejas al panal, y gemían cuando iba pasando frente a ellos. Siempre que mi prima y yo íbamos al baile, nos seguían tratando de conversar conmigo pero los ignoraba, pues obviamente iba a escoger al que me gustara más. Fue cuando conocí a Adolfo… era primo hermano de Toño, pero lo supe hasta que entablé con ambos intensas e ilícitas relaciones al mismo tiempo. Aparte siempre cuidé el no encontrarme con el primo cuando anduviera con el otro.

A Toño lo seguía viendo cada año al lado de su esposa, pero un día conocí a su primo…

Estaba en el baile comprando un bote de agua mientras mi prima bailaba con su novio con quien llevaba ya cinco años, cuando se me acercó un hombre imponente y de gran estatura… Era un machazo alto, de piel oscura y brillosa como el chocolate, vestía un elegante traje de charro y olía a una mezcla de maderas y almizcle… ¡me parecía irresistible!.. Tanto que casi titubeo y por poco le muestro mi nerviosismo, pero logré controlarme y cuando me saludó me dijo:

-Hola, buenas noches… ¿Eres la prima de Lorena verdad?, yo soy Adolfo, para servirte güera.

-Hola…sí, me llamo Adela y soy de Monterrey.

-Sí, ya había preguntado por ti…voy a ser sincero y directo, me gustaste desde el primer momento en que te vi.

-Gracias… ¿Eres charro o por que tu atuendo?

-Así es, yo porto la bandera y aparte de invitarte a bailar conmigo quiero pedirte para que seas mi escaramuza en la Misa de los Charros de mañana a las 12. ¿Aceptas?

-Pero no sé montar a caballo, aunque la verdad me encantaría y bueno me pareces un hombre muy atractivo, así que acepto si me enseñas a montar, Adolfo.

-Por supuesto, mañana paso temprano por ti para irnos a cabalgar por los estanques, luego vamos por la ropa que debes usar, te compraré en la tienda de don Pancho un hermoso vestido.

Y así fue como toda nuestra historia comenzó…esa noche bailamos sin parar y al salir del salón me acompañó a casa de mis tíos, pues se acostumbra que si un hombre te echa el ojo, te cuide y te acompañe al salir del baile (así demuestra su interés en la mujer).

Entre el salón del baile y la casa de mis tíos había un kilómetro de distancia y en aquel tiempo no había alumbrado público en la carretera y, menos en el monte, así que caminamos lentamente acompañados de una hermosa luna llena y algunas estrellas, que luego serían testigos del primer beso apasionado que Adolfo me daría y muchos más de los cuáles yo era presa.

El era estaba soltero y a pesar de que nos juramos amor eterno y yo caí redondita de nuevo, confiando en un hombre de allá, me hizo lo mismo que Toño. Al año siguiente que fui, Adolfo se había casado por obligación y tenía embarazada a la mujer.

Saberlo ya no me había lastimado tanto, cada año regresaba más fuerte, más sabia, más hermosa, más astuta y más liberal. Yo estaba en contra totalmente de la cultura machista que tenían en San Tiburcio y no compartía la mentalidad de nadie, para mi fortuna todo el pueblo masculino andaba tras de mi, así que entre más tiempo pasaba ¡más deseable me volvía para ellos! Y cuando iba a los bailes, bailaba con uno y con otro, con solteros y casados mientras sus mujeres planchaban sus ropas y cuidaban a sus hijos en casa, pues es común que ellos vayan solos al baile y ellas se queden en casa.

También, era la rabia de los primos Adolfo y Antonio que aún estando casados y ya con hijos, me perseguían como canes en celo…competían entre sí para conquistarme y a todos les llamaba la atención la gringa.
Adolfo era…pasión por la vida, demencia nocturna, bohemia en la sangre pues tocaba maravillosamente la guitarra y componía canciones para mí mientras sostenía un wiski entre sus manos y fumaba un Malboro rojo.

Él y yo respirábamos el placer que despide el tiempo compartido. El comenzó a poseerme hasta en mis sueños, lo tuve y me ahogué en él muchas veces y no sé cómo pasó. Un leve movimiento en lo íntimo y me hacía pupila inmóvil, me domaba con su firmeza rugosa y me sentía como yegua enfurecida pero en el justo ámbito del placer que me acogía.

Tenía un poder increíble para rendirme, un tacto divino y siempre una caricia a tiempo y, lo que menos me importaba, era ser su amante.

Era para mí como un salmo sin nombre que luego iría yo a cantar a la misa de gallo, para tratar de lavar mis pecados.

Muchísimas ocasiones fueron las que Adolfo me pidió que nos escapáramos a otro lado e hiciéramos una vida juntos, muchos juramentos escuché entre bardas de sillar y arbustos, allí donde con una fogata y su caballo como guardián y cómplice nos entregábamos año con año.

Hasta vino a buscarme a Monterrey, como prueba de su amor.

El era toda ebriedad ante mi olor y yo era toda locura ante su flama enardecida, era cuando él me volvía blancura deleitable y sutil, luego me volvía complacencia acariciable, me vertía, me ofrecía, y el fin: el peso tibio del durazno.

Antonio, en cambio, era la ternura y la plática en medio de cándidos besos de respeto y admiración…yo me lo bebía y luego él se deslizaba por mi garganta (eran cosas que no hacía con su mujer). Luego se materializaba en mi vientre y sus lágrimas formaban una escultura en mi rostro, los encuentros con él eran entre encajes y rosas, entre misterio y poros encendidos. Él me hacía eterna.

Como un topacio, se escondía debajo de las piedras comunes y luego aparecía deslumbrante y galante en medio de las oscuras calles empedradas o en la cima de amapolas que luego me daba en ramillete y destrozaba en mis montañas.

Se iba metiendo al palacio y abría todas mis puertas, el zafiro oculto se volvía mármol resbaloso hasta que recobraba su volumen fermentado.

Hubo un momento en el que los primos se dieron cuenta de que sostenía relaciones con los dos, pero eso en vez de retirarlos de mí, los acercó más y no les importaba “compartirme”. Ambos me dedicaban canciones en público, delante de toda la gente durante la fiesta charra, Antonio tocaba para mí y me cantaba ¡frente a su esposa! Y Adolfo me aventaba su sombrero en señal de que me brindaba sus suertes charras.

Como era de esperarse “pueblo chico e infierno grande”, allí se corrió la fama de que yo era una “tumba hombres” jajaja. Y hasta cierto punto eso me caía muy en gracia pues cada vez cuidaba más mi apariencia y mis atuendos cuando iba a ir de vacaciones a las fiestas del pueblo, todos me miraban como si yo fuera una perdida, pero eso me resultaba muy motivante.

Del arte de la seducción siempre había pretendido mucho más que dejar una huella pasajera. Dejaba en mis hombres algo más, lo dejaba en sus mentes con el recuerdo inolvidable de mi perfume, mientras que por sus cuerpos les corría el veneno de mis entrañas y la forma en que yo los amaba.

Del arte de la seducción vienen desafíos serios, como lo que implicó para mí dejar de verlos, dejar mi vicio que eran sus pieles bicolor pues Antonio era blanco como la nieve y Adolfo chocolate de sabor incandescente.

Nunca me importó que sus mujeres me miraran con coraje y envidia cuando nos encontrábamos de frente.

Pero como siempre lo dije, seducía para “permanecer”…y así fue…para mi nada era prohibido, ni fresca primavera ni verano candente, tampoco me importaba quemarme con el fuego de sus besos.

Diga lo que diga la gente, ¿qué importa? Como dice el dicho lo que digan los demás, está de más, pero si caminas de la mano de tu amor no importa que no entiendan ¡no hay nada que explicar!

No hay amor prohibido: Lo prohibido es retener y callar y prohibirse aquello que los demás dicen que es prohibido. Me acordé de aquella frase en una barda de Paris: Prohibido Prohibir.

Seis años han pasado ya de aquellos amores que dejé varados en el tiempo, he tenido ganas de ir al pueblo de nuevo, allí es un lugar donde el tiempo se ha estacionado. Cada vez que el aire me da en la cara o la luz de la luna me acompaña, los recuerdo… Comienzo a delirar y prometo intentarlo y correr a buscarlos. Sé que me esperan, pues me mandan saludos con mi prima cada año, cada fiesta a la que esperan que yo vaya, y el mensaje sigue siendo el mismo:

Dile que la amo, dile que no la olvido.

MOTEL BAJO EL CERRO DE LA SILLA.- Telma Chávez Meza

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MOTEL BAJO EL CERRO DE LA SILLA
Telma Chávez Meza


Es un día muy bello, son días de primavera, vísperas de la llegada del verano y hay unas lluvias tan intensas que incitan a dar un placentero paseo por toda la ciudad. Aunque a mí, en lo particular me gusta más el otoño porque es cuando los días son más variados en cuanto al clima y el calor es menos intenso. Me gusta, tal vez porque empiezan a caer las hojas un poco amarillentas y secas, será por su ciclo o por la tristeza de caer y no levantarse jamás.

¡A estas horas de la mañana llueve con tanta intensidad!, justo cuando habíamos decidido Al y yo pasar el día y la noche entera, recorriendo las avenidas de esta gran ciudad y ¿por qué no? si se puede y nos alcanza el tiempo, disfrutar de nuestra compañía y contemplar los bellos paisajes que nos ofrece la naturaleza.

Lo que no sabe mi querido Al, es que yo he decidido terminar con esta aventura, de la mejor manera posible, para iniciar una nueva.

Nos hubiera fascinado conocer juntos infinidad de lugares sin andar escondiéndonos y compartir en ellos nuestra vida. Bueno, no deseamos que sea así, al menos yo no, tampoco lo hablamos mucho pero son cosas que algún día pensamos hacer y hoy ha llegado este día. Esto nadie lo decidió solamente son los designios del destino.

Pero este paseo resultará algo muy, pero muy intenso, ya que las lluvias de mayo no nos permite saber cuando llegaran y cuando no, se presentan de repente y eso hace más bonito el día, aunque uno no deja de de quejarse por el bochorno que se produce después de las intensas lluvias.

Pero me entretiene ver cómo empiezan las grandes avenidas a llenarse de la torrente, que la gente comienza a resguardarse bajo los árboles o en algún lugarcito de cualquier plaza comercial, el tráfico se vuelve más lento y, en el entorno, se distingue el singular escudo de nuestra ciudad: el Cerro de la Silla.

Estamos rodeados de grandes montañas con frondosos árboles, aún nos queda algo para disfrutar sin tener que salir de la ciudad y mucho menos hacer un gasto excesivo, deleitarse con la comida tan rica que se venden en nuestros tantos y variados restaurantes.

Siempre he deseado un paseo así y poder disfrutar cuando menos de un elote asado, o llevar a casa el pan de elote tan famoso que se prepara en las orillas de las carreteras.

Por estos rumbos hay tantos lugares para visitar y qué decir de no hospedarse, aunque sea por un día. Hay lugares para eso y los moteles de paso son buena opción para una pareja como nosotros, que podemos entrar por horas, pero los hay también para hospedarse por varios días. La hospitalidad de la gente siempre es de la mejor, al igual que las instalaciones. De eso no hay duda.

Hay hermosas cabañas para una familia completa o grupos de amigos. Desgraciadamente eso es algo que Al y yo no hemos podido hacer, a pesar de tantos años de vivir aquí, pero a veces lo impide el no tener tiempo ni dinero para dar un gran recorrido por todos estos paisajes. Qué bonito es cuando lo haces en pareja, con el ser que amas, aquí no habrá playas pero hay ríos y presas.

Tenemos tantos museos, que, por vivir tan de prisa, nos olvidamos de visitar, tantas plazas comerciales dónde puedes encontrar de todo en un solo lugar, y la gente tan hermosa con su gran estilo norteño. Me gusta mi estado y aunque yo no soy nacida aquí, me siento como si lo fuera.

No terminaría de escribir tantas maravillas que hay a nuestro alrededor, pero limitadamente mi querido Al y yo sólo tenemos menos de 24 horas para hacer de este día el más maravilloso que hayamos tenido en nuestras vidas, aunque fuera el único y el último.

Será inolvidable como el primero cuando nos conocimos, pero desgraciadamente tenemos un itinerario muy corto, por supuesto que no para hacer el amor, eso nunca será tan corto.
Pero aquí hay tanto lugar para disfrutar de día como de noche, aunque la noche no se hizo para nosotros y, aun así, rompemos las barreras para escaparnos de vez en cuando, a escondidas de la gente. Cuando empieza a oscurecer, tenemos que olvidarnos por completo de disfrutar de una noche intensa de baile, de una borrachera juntos, de un amanecer abrazados uno del otro.

Como dice Al, volvamos a la realidad: nos conocimos en una época equivocada. Yo no creo que sea eso, simplemente, nuestros destinos eran otros.

Realidad o no, está llena de amor, de pasión, al final del día de lo único que pudimos disfrutar fue de una buena sesión de sexo y compañía agradable y una visita rápida a un rancho en las afueras de la ciudad lejos del ruido y de todos, en el cual al llegar sólo nos tiramos en la sombra de un grandísimo árbol, con una eterna libertad y confiando en la soledad. Nos despojamos de lo que traíamos puesto para derrochar caricias y abrazos por nuestros cuerpos, después de disfrutar de una ligera comida y una deliciosa cerveza. No soy muy fan de beber, pero la ocasión lo amerita.

La sesión para iniciar el ritual del sexo siempre se va en caricias tiernas hasta terminar exhaustos. Hace varias semanas no nos disfrutábamos tanto, pero hoy se dio la oportunidad y esas oportunidades se aprovechan sin más que pensar hacerlo todo, bajo la naturaleza y una ligera lluvia que no cesa. Nuestras manos entrelazadas y los labios unidos, gozando el momento, sus manos tan varoniles, no dejan de deslizarse bajo mi falda jugueteando con mi intimidad ya tan húmeda de tanta excitación, ocasionándome ligeros espasmos.

Yo no necesito incitarlo para sentir su firmeza y su siempre excitación hacia mi. Al se enciende con un simple beso y eso hace la relación más intensa. Sus labios suben y bajan como si fueran las gotas de agua que caen en nuestros cuerpos, su cabello tan húmedo por la lluvia y sus ojos tan brillantes llenos de erotismo, hacen una combinación perfecta para solo verlo y excitarme hasta pedirle que siga y no se detenga dándome mas placer hasta caer desfallecidos, ese momento se hace eterno que cuando llega la hora de despedirnos. Lo prolongamos tanto como si en cada despedida supiéramos que no volveremos a vernos, pero al contrario son más ansiadas y mucho más intensas.

Sobre todo cuando ya eres capaz de volar los extremos de la realidad, caminar por otro punto de la ciudad y escapar en medio de la noche de una casa, sin importarte nada, que más que hogar parece tu prisión. Es algo tan furtivo, pero tan excitante y lleno de emoción, preocupante por los chismes de la gente, pero la pasión y el amor de estar con esa persona… puede más que todo eso, salir huyendo en medio de la nada, pero con una llamada de consuelo y esperanza. Se logra mucho, sobre todo caminar por la noche en medio de calles tan llenas de peligro, para pasar una madrugada en brazos de otro hombre, que siente la soledad, igual o peor que yo, solo nuestros besos y caricias mitigan esta tristeza que sentimos, de no poder estar juntos, amanecer y desayunar juntos, eso será imposible, porque hay alguien en la lejanía esperando por ti, sólo para seguir fastidiando tu existencia. ¿O será acaso que también le teme a la soledad?

Llegar a la cita y hora señalada ha sido lo único deseable en este día. Arrancar a toda prisa con las ansias a flote del deseo, al llegar a nuestro destino, no puede pensar uno en hablar sino nada más que en despojarse de las ropas. El calor es tan intenso, es un lugar diferente, no tan elegante pero eso no importa. Para disfrutar lo que sentimos y deseamos, el motel de paso bajo el Cerro de la Silla es lo de menos. A él, con su pantalón negro con unas ligeras rayas blancas y su camisa de un tono gris como nuestras almas, no le favorece mucho ese color, pero para mi siempre se verá muy bien, con un corte de cabello tan juvenil que esconde su pelo entrecano pero con su cara tan sexy y una sonrisa tan seductora, pero sus ojos con un brillo tan diferente al de otros días. El, tan alto que apenas logro llegar a sus hombros, pero tan fuerte que me asfixia con sus besos y caricias, que me vuelven loca con tan solo verlo y aspirar su olor y yo tan simple pero tan excitada que sólo espero el momento de su ritual, comienza a mover las manos de un lado a otro acariciando mi cuerpo entero, introduciendo lengua y dedos por mi intimidad, una y otra vez, buscando cada una de mis partes íntimas, hasta lograr retorcerme en sus brazos y gemir como fiera en brama pidiendo que no se detenga y continúe así hasta alcanzar juntos el clímax y sentir correr ese líquido tan caliente que demuestra que la pasión y el amor pueden existir en dos personas que no nacieron para estar juntos, y rompen las reglas para poder estar aunque sean en esas noches furtivas y tan intensas de pasión…

Pero al paso de los días siempre habrá algo que nos haga volver a unirnos, más no se cómo sucedan las cosas de ahora en adelante, porque me encuentro en un momento crucial para revelarle un pequeño secreto a mi querido Al, que he venido postergando por nuestra situación. Aún no me atrevo a revelárselo, pero sé que se enterará de todas formas. No me decidía pero creo que llegó el momento y no hay vuelta atrás, en tantas tardes de pasión y tantos días de amor, algo tenía que surgir de todo esto. Sé que por esto, mi mundo y el de Al cambiarán drásticamente después de días tan intensos y noches tan apasionadas como tantas otras. Ha quedado dentro de mi una huella imborrable, la cual es y ha sido la unión más fuerte que quedará entre nosotros, digo quedará ya que no habrá poder humano que me haga decir lo contrario, porque esa huella difícilmente desaparecerá. Crecerá, pero no cerca de él, si no lejos, a la distancia a miles de kilómetros. Es la culminación de un gran amor, pero también el fin de un matrimonio que hace mucho esta destruido…el fin de una historia…

Y el comienzo de otra.

LOS MARIACHIS CANTARON… Ámbar García Pulido

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LOS MARIACHIS CANTARON…

Ambar García Pulido

Era abril y el reloj marcaba las 8:45 de la noche. Pegada a la ventanilla del avión, Amanda alcanzaba a ver las luces de su bella Guadalajara. Su corazón experimentaba miles de sensaciones al mismo tiempo pero, indiscutiblemente, sobresalía la emoción y la dicha de estar de regreso en casa. Se daba cuenta de que realmente ¡la había echado de menos!

Habían transcurrido ya ocho años desde que tomó la decisión de seguir sus sueños y aprovechó una oportunidad, para terminar la carrera de leyes en España y ese día, por fin estaba de vuelta.

Acababa de cumplir 30 años, había dedicado gran parte de su vida en lograr convertirse en la mujer exitosa que ahora era: La Licenciada Amanda Heredia Chacón, una mujer que causaba admiración en hombres y mujeres debido a su carácter fuerte y determinante, aunque era fácil quererla cuando se le conocía bien. Amaba a los niños y a su trabajo por encima de todo, estaba satisfecha con lo que había conseguido en España y sobre todo tenía claro que el matrimonio no era una opción para ella, y así se lo hacía saber a cada hombre que se cruzaba por su camino, pues prefería la soltería, a lidiar con “relaciones conflictivas” y hasta el momento no había conocido a nadie que le hiciera pensar lo contrario.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando el piloto anunció que iniciaría el descenso del avión, por lo que a las 9:05 pm, Amanda estaba pisando tierra mexicana.

La invadía la urgencia por reencontrarse con su familia, tenía prisa por tomar su equipaje, una vez que ya tuvo todo en mano, sus ojos recorrieron poco a poco a la multitud que se encontraba en el aeropuerto, esperando encontrarse con caras conocidas.

De pronto fue sorprendida por unas manos de alguien quien, al cubrirle los ojos le decía: ¡estás de regreso, no sabes cuánto te extrañé! Era Santiago, su único hermano, seis años menor que ella. Se había titulado de ingeniero el verano pasado y estaba emocionadísimo de reencontrarse con su hermana. Amanda no pudo contener las lágrimas y llenó de besos a Santiago mientras sus padres se incorporaban para darle la bienvenida.

-Papá, mamá los extrañé mucho, no saben la felicidad que innunda mi corazón.

-Nosotros también estamos felices hija, pero sabíamos que valdría la pena la espera y… mírate ¡estás preciosa, y convertida en toda una profesionista!

Su madre no paraba de abrazarla, mientras se dirigían al coche. El camino a casa de sus padres fue increíble. Todo era tan distinto, que por un momento tuvo la impresión de que se trataba de la primera vez que estaba en tan hermosa ciudad. ¡Y sí que era hermosa¡. Llena de luces, de grandes avenidas, edificios con verdadero arte arquitectónico y sus templos barrocos. Definitivamente algo que sus ojos extrañaban mucho.

La lluvia no cesó durante toda la noche, pero la mañana la sorprendió con un espléndido sol. Amanda despertó muy temprano para arreglarse. Eligió una blusa color turquesa estilo campesina con los hombros al descubierto, una falda negra larga y estrecha que le resaltaba aún más la cintura, sus cómodas sandalias negras, y como única joya, un precioso brazalete de turquesa, y qué decir de su larga y abultada cabellera negra y esos ojos grandes y profundos, dignos de ser tapatíos.

Había decidido ir a ver a un licenciado amigo de su padre, que la ayudaría a incorporarse a un bufete de abogados para comenzar a trabajar cuanto antes.
La cita era a las 10:00 de la mañana para tomar un café, así que salió más temprano para disfrutar del recorrido por esas las calles de su ciudad, esa preciosa mezcla entre la tecnología y su sabor de antaño.

El olor a tierra mojada la acompañaba por todo el trayecto. Vio sus hermosas plazas con niños corriendo y jugando, sus templos grandes y elegantes, “el centro histórico de Guadalajara”, “la Catedral” uno de los lugares mas visitados , “El teatro Degollado” bello monumento custodiado por Apolo y las nueve musas, qué decir de “La Rotonda de los Hombres Ilustres” lugar donde se conservan los restos de los hijos predilectos de Jalisco, un sin fin de museos de arte, y esos mercados en los que se puede encontrar de todo y cuyas actividades comienzan desde muy temprano. Una ciudad de historia que va siempre a la vanguardia.

Apresurada llegó a aquella cafetería, realmente nunca había visto a este hombre, así es que se limitaba a observar cada mesa, no sabía si se encontraría con un hombre mayor, muy formal, o un joven iniciando su carrera, y un tanto informal. Su mirada se detuvo en una de las mesas, un caballero de aspecto casual, sencillo e interesante se levantó para limitarse a decir:

– Supongo que tú debes ser Amanda Heredia, ¿no es así?

Ella estaba un poco nerviosa, pues a pesar de tener tanta experiencia para tratar negocios, ese hombre tenía algo que los demás, no. Ese hombre realmente la había cautivado con su cordial sonrisa.
–Hola, efectivamente soy Amanda. Usted debe de ser el licenciado Alejandro Corral –contestó Amanda con un gesto de amabilidad.

–Sí, toma asiento y por favor háblame de tú, que me harás sentir un viejo.

–Bueno, esta bien Alejandro, y de eso de las edades mejor ni hablemos, ja já.

–Pero qué dices, no sé que edad tengas pero… ¡luces muy guapa!

–Muchas gracias, pero… bueno a lo que venimos, estoy muy interesada en comenzar a trabajar, acabo de llegar de España y he trabajado allá durante tres años, hasta que me dí cuenta que era el momento de regresar y aquí estoy dispuesta a empezar cuanto antes.

Alejandro la escuchaba mientras observaba y sacaba sus propias conclusiones, pues no sólo era guapísima, si no que además era una mujer inteligente y se notaba que no era alguien que mezclara los negocios con el placer.

Amanda, por su parte, se esmeraba en exponerle sus deseos por trabajar, al mismo tiempo que reconocía que había en él algo innegablemente eléctrico que le impedía dejar de verlo y sentir una comodidad irrazonable.

Terminaron la charla de negocios con éxito, pues ella iniciaría labores la siguiente semana, por lo que les sobró tiempo para hablar un poco más sobre ellos y fue él quien tomó la iniciativa.

–De modo que eres tapatía, me imagino que extrañabas México y por supuesto Guadalajara.

–¡Sí, bastante! No hay comida como la de aquí, esas ricas tortas ahogadas mmm! Créeme que es de lo que más se extraña.

–Me imagino, yo no tengo mucho en la ciudad pero es un lugar mágico que te conquista día con día, aún me falta mucho por conocerla. Lo que me ha dejado cautivado es la riqueza de museos, las actividades culturales y la famosa fabricación del tequila, en realidad una vasta diversidad de actividades que te encuentras.

–Amanda estaba feliz, se sentía como una niña al escucharlo, y en un arrebato preguntó:

— ¿Tienes planes para hoy, por qué no vamos a Chapala?

–Ja já, Chapala , perfecto no se hable más…

Abordaron el choche de él y emprendieron camino al Lago de Chapala, el cual proporciona frescura y no alcanza los niveles de calor ni frío que hay en las localidades a sus alrededor. Esta ubicado a 45 minutos de Guadalajara y es un municipio más de Jalisco. A su alrededor hay miles de puestos entre comida y artesanías. Y ahí estaban llegando Amanda y Alejandro y se dedicaron a recorrer el precioso lago en donde se posa el sol al caer la tarde, de una manera espectacular.

Alejandro extasiado por tan hermoso paisaje, se daba cuenta de que ella era una perfecta compañía, por lo que se propuso no dejarla ir.

–Amanda, tú eres una mujer muy inteligente, muy fuerte, estás llena de vida, y una mujer así, siempre me resulta interesante, no tengo los fundamentos suficientes, hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien con una mujer y me encantaría que me dieras la oportunidad de comenzar algo juntos…

Amanda quedó paralizada, pues si bien era cierto que nunca había conocido un hombre como él, no se sentía preparada para abrir su corazón.

Fueron alrededor de 20 minutos de total silencio, entre los colores violeta que pintaban la tarde, las gaviotas posándose en el muelle y los vendedores de elotes y tamales que dejaban escapar ricos olores.

Hasta que por fin Amanda tomó la palabra, mientras a lo lejos los mariachis tocaron una serenata al atardecer.

–¿Sabes Alejandro?.. estoy loca, ¡realmente perdí el sentido! Pero no voy a quedarme con la duda, no voy a quedarme con las ganas y creo que parte del éxito en la vida es cumplir las metas profesionales, pero si éstas no vienen acompañadas del amor nunca están completas, por lo que sí, ¡quiero tomar el reto!

El la tomó en sus brazos y sellaron su amor en un tierno beso, en el cual sus labios confirmaban la química mutua y, con un abrazo cargado de esperanza,
quedándose con una nueva ilusión, una intriga, una aventura, una duda o una oportunidad encendida, que les ofrecía la Perla Tapatía.